Lejos de la vorágine política, Marcel dedica sus días a plasmar sus vivencias, con la pandemia como capítulo en curso. Admite que dejar la presión de Hacienda es un alivio, pero desenchufarse de la coyuntura no es tan simple.

“La política es complicada, un mundo diferente”, dijo, recordando lo difícil que fue lidiar con el Congreso, un terreno donde su perfil técnico chocaba con la realidad.

En la calle, la gente aún lo saluda con respeto, aunque no falta el que lo increpa. Un vecino, por ejemplo, lo llamó “comunacho” y le contó el drama de su madre, cuyo negocio quebró tras robos. Marcel, fiel a su estilo, lo enfrentó para conversar.

Sobre las críticas que lo tildaron de virar a la izquierda al asumir como ministro en 2022, respondió tajante: “No siento que mis ideas políticas hayan cambiado, sino que primaron las exigencias de mis responsabilidades”.

También recordó los contrastes del estallido social, con demandas justas opacadas por la violencia desde el primer día. Por ahora, Marcel escribe y calla. Pero sus palabras sugieren que, de hablar, podría agitar las aguas en La Moneda.