VIDEO | Todo lo que dijo que no haría: Boric deja el cargo sabiendo que reprimió manifestaciones y encarceló mapuches
A pocas horas de una nueva elección, el clima político chileno vuelve a tensarse. En un escenario dominado por candidatos que levantan consignas conservadoras -algunos abiertamente extremistas- y una izquierda más preocupada por la seguridad y la inmigración que por el hambre que golpea a miles de familias, el país llega a las urnas con un sabor amargo.
El giro del electorado hacia posturas duras no es casual: una parte importante de la población compra, y respalda con su voto, discursos que hace seis años parecían imposibles.
Es inevitable mirar atrás. Durante la Revuelta, Santiago y decenas de ciudades ardían de rabia popular. La sensación de que algo profundo podía cambiar se esfumó cuando la clase política logró encausar el descontento hacia una convención que nunca fue asamblea constituyente y, luego, hacia la elección de Gabriel Boric, presentado como contención frente a la derecha. Pero ese supuesto freno terminó convertido en un frenazo al propio movimiento social.
Con el paso del tiempo, Boric se abrazó a Carabineros y sostuvo una línea represiva que golpeó a estudiantes, trabajadores y al pueblo mapuche. La militarización creció, las detenciones también, y el discurso de campaña que prometía empatía con los más vulnerables quedó reducido a un gesto vacío.
A ello se sumaron sus definiciones internacionales, criticadas incluso dentro de la izquierda por apuntar contra gobiernos latinoamericanos mientras mostraba disposición a alinearse con figuras como Zelenski.
Ahora, con la derecha fascista avanzando sin tapujos, el Gobierno llega debilitado y sin cartas bajo la manga. Para amplios sectores, lo "menos malo" ya no basta: esa lógica terminó alimentando justamente aquello que buscaba contener.







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