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Espantoso panorama

Ningún político tiene una agenda de salud mental y los suicidios en el país se llevan más vidas que los homicidios

Mientras la inseguridad domina la discusión electoral, el país enfrenta una grave crisis de salud mental: en Chile mueren más personas por suicidio que por homicidios. (Dibujo: NOVA)

En pleno clima electoral, el presidente Gabriel Boric lanzó una frase que remeció el debate público: “No sé si ustedes saben que en Chile hay más suicidios al año que homicidios. En Chile se suicida más gente que la que muere en condiciones o víctima de la delincuencia”.

Y aunque lo dijo como dato de salud pública, su impacto creció al pronunciarlo en un país donde la inseguridad se ha vuelto la principal preocupación ciudadana. Al parecer, también lo hizo desconociendo su responsabilidad en este hecho.

Boric reforzó el mensaje con otra advertencia: “Los dos, por cierto, son terribles, no se trata de que una valga más que la otra, pero de una se habla mucho, de la otra se habla poco”. Pero, ¿qué ha hecho él por la salud mental?

La reflexión expone una contradicción evidente: mientras la agenda política gira en torno a los delitos, la crisis de salud mental se arrastra casi sin visibilidad, pese a cobrar más vidas que el crimen.

La sensación de temor ha escalado por la violencia vinculada a robos y la irrupción de bandas como el Tren de Aragua. Aun así, las cifras oficiales del Ministerio de Seguridad Pública muestran que los delitos violentos han disminuido respecto del año pasado, un dato que contrasta con el tono alarmista del debate.

En este escenario se desarrollará el balotaje del 14 de diciembre entre Jeannette Jara y José Antonio Kast. Aunque la seguridad domina el discurso, Jara ha insistido en que la salud mental también requiere atención urgente.

Su postura nace de una experiencia dolorosa: su primer marido se suicidó poco después de casarse. “Un fallecimiento por suicidio es un duelo casi eterno”, ha dicho, recordando que detrás de cada caso hay un entorno golpeado para siempre.

La discusión pública sigue atrapada en la delincuencia, pero la realidad muestra una tragedia más silenciosa, empujada por precariedades, estrés crónico y falta de acceso oportuno a apoyo psicológico. Una crisis que no se resolverá mientras siga relegada al margen del debate nacional.

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