Kast derrotó a la candidata oficialista Jeannette Jara y se convertirá en el próximo jefe de Estado con un discurso centrado en el orden, el ajuste fiscal y el control migratorio. En ese marco, anticipó una transición institucional sin sobresaltos, en línea con la tradición política chilena.

Durante la campaña, el presidente electo planteó un fuerte recorte del gasto público, con un ajuste estimado en 6000 millones de dólares, y una reducción del tamaño del Estado.

La analista Claudia Heiss advirtió que el desafío estará en aplicar esos recortes sin afectar derechos sociales, algo que consideró difícil de sostener. También se prevé una revisión de programas vinculados a educación y diversidad sexual y de género, además de una mayor apertura económica que podría tensionar reformas en salud y pensiones impulsadas durante el gobierno de Boric.

En política exterior, se espera un alineamiento con Estados Unidos de Donald Trump y una postura dura frente al gobierno venezolano. Kast, además, mantiene afinidad ideológica con el presidente argentino Javier Milei, aunque con un estilo menos confrontativo.

La seguridad y la inmigración ocuparon un lugar central en su propuesta. Kast prometió expulsar a más de 300.000 migrantes en situación irregular y aplicar políticas de “mano dura” contra el crimen organizado.

Chile registró en los últimos años un aumento de la violencia, con una tasa de homicidios de 6 cada 100.000 habitantes, impulsada en parte por bandas como el Tren de Aragua. En campaña, el presidente electo dio un plazo de 90 días para que los migrantes sin papeles abandonen el país.

En el Congreso, Kast no contará con mayoría propia, por lo que deberá negociar con sectores de derecha y centroderecha para avanzar con sus proyectos, en un escenario legislativo que condicionará el alcance real de las reformas anunciadas.