Abandono en el Atacama: el gobierno de Boric no responde por los geoglifos dañados
El desierto del Atacama fue, alguna vez, el lienzo de los antiguos pueblos indígenas de Sudamérica. Dichos pueblos grabaron en las laderas del desierto grandes figuras de animales, seres humanos y objetos que datan de hasta 3 mil años de antiguedad. Aquellas representaciones artísticas, conocidas como geoglifos, el día de hoy se encuentran cercanos a desaparecer por la ausencia de políticas públicas del gobierno y la nula atención que se le presta a las denuncias realizadas por las carreras - tanto legales, como ilegales - que allí se corren.
Año tras año, cientos de corredores de todo el mundo se reúnen en el norte del país con vehículos todoterreno - motocicletas, camionetas, cuatrimotos y areneros - para disputar carreras en circuitos de cientos de kilómetros alrededor del desierto de Atacama, labrando las huellas de sus neumáticos a lo largo y ancho de uno de los lugares más áridos del planeta.
Los ejemplares de geoglifos de Alto Barranco, en la región de Tarapacá, destacaron alguna vez por su formidable conservación. Sin embargo, es en ese mismo sitio que se registra la realización de carreras todoterreno tanto autorizadas por el gobierno como ilegales.
En el mes de septiembre Gonzalo Pimentel, reconocido arqueólogo y presidente de la Fundación Desierto de Atacama - organización no gubernamental -, publicó imágenes realizadas con drones que ponen de manifiesto el daño acumulado, representado por las cientos de huellas de neumáticos, tanto por las carreras todoterreno como por los camiones de minería que transitan por la zona.
“Cuando vimos las imágenes del dron, no lo podíamos creer”, dijo Pimentel, señalando que varias figuras clave eran ahora apenas reconocibles. Lo peor, añadió, es que “el daño es irreversible”.
Los activistas y especialistas dedicados a la materia afirman que los gobiernos de todos los niveles en el país no sólo no han hecho lo suficiente por preservar las marcas de la historia del pueblo chileno, sino que simplemente han abierto investigaciones que no llegaban a nada cada vez que les fueron presentadas las quejas formales y, posteriormente, continuaron autorizando las corridas en la zona.
En el desierto de Atacama solo llueve unas pocas veces al año. El sol intenso y las duras condiciones han dejado el desierto prácticamente intacto, motivo por el cual “estos paisajes se han mantenido así por 25 millones de años” dice Pimentel y con tristeza agregó: “De la misma manera que los geoglifos, las huellas de los autos se van a preservar ahí”.
El daño a los geoglifos también tiene un alto costo para quien depende de los ingresos por guiar recorridos arqueológicos en Alto Barranco. Luis Araya, residente de Tarapacá, dijo que eso incluye a más de 30 familias. “Me da tristeza, frustración, impotencia”, declaró.
Por su parte Marcela Sepúlveda, presidenta de la Sociedad Chilena de Arqueología, señaló que se habían colocado grandes señales alrededor de las zonas arqueológicas para evitar daños, lo que significa que los conductores deben ser plenamente conscientes de a qué zonas se dirigen: “Los geoglifos son gigantescos”, dijo y sumó: “Nadie podría decir que no los ve. Eso es imposible”.
Luis Pérez Reyes, director del Museo Regional de Iquique, comenzó a plantear quejas formales en 2017 sobre el daño a los geoglifos causado por las carreras. Desde entonces, él y los residentes de Tarapacá han reunido evidencias, monitoreando a los corredores que se aventuran demasiado cerca de las figuras antiguas. Pero dijo que el gobierno continuó aprobando los grandes eventos de carreras haciendo oídos sordos a los reclamos de la comunidad.
Los organizadores del Atacama Rally negaron cualquier responsabilidad por los daños en Alto Barranco, cerca del cual habían corrido por última vez en 2022. Gerardo Fontaine, director del Atacama Rally, dijo que todos los participantes conocían su ruta, eran rastreados por GPS y eran alertados si se salían del trayecto.
Daniel Quinteros Rojas, funcionario regional, aprobó el rally de 2022 con la condición de que los corredores se ciñeran a los caminos preestablecidos. Pero dijo que los organizadores del mismo no entregaron las rutas de GPS de los pilotos después de la carrera, por lo que los funcionarios no pudieron determinar si lo que causaron podría estar vinculado a cualquier daño observado aunque aquello no tuvo mayores consecuencias.
Actualmente, quien dañe yacimientos arqueológicos en Chile puede enfrentarse a más de cinco años de cárcel y multas de más de 14 mil dólares, según el Ministerio de Bienes Nacionales. Pero José Barraza, director de Patrimonio Cultural de la región de Tarapacá, dijo que en muchos casos se desestimaron las denuncias o se dejaron abiertas las carpetas de investigación por falta de evidencias, ya que atrapar a alguien in fraganti es todo un desafío en la inmensidad del desierto: “No hay patentes, no hay caras”, declaró. Desde que se presentaron las denuncias, no se ha sancionado a nadie.
Las últimas imágenes tomadas con drones llamaron la atención de las autoridades federales chilenas. Marcela Sandoval, ministra de Bienes Nacionales de Chile, dijo que algunos funcionarios habían visitado Alto Barranco para iniciar una investigación. Sin embargo, señaló que procesar a los responsables plantearía problemas, ya que muchas de las huellas de neumáticos en los geoglifos ya llevaban años presentes.
“Las respuestas de las autoridades siempre han sido reactivas y no preventivas”, dijo Pérez Reyes. Por todo el desierto, dijo, hay decenas de negocios informales de alquiler de motos y camionetas para corredores que se aventuran en el desierto los fines de semana sin ninguna supervisión.
Por ahora, el gobierno de Gabriel Boric dice seguir convocando a expertos para desarrollar estrategias de concienciación entre los entusiastas de los rallies por el desierto, para proteger los pocos geoglifos que quedan intactos y mejorar la señalización de las zonas arqueológicas.
Sin embargo, y con el precedente que sienta el abandono al que han sometido, a consciencia, a una de las regiones más importantes para la historia de los pueblos sudamericanos, no parece ser posible no sólo remediar el daño al patrimonio histórico, sino que detener a aquellos dispuestos a seguir dañándolo